3ª. Las mafias de la marihuana, primero, y de la cocaína, más tarde. Al
amparo de estas políticas represivas nacieron, originalmente capitales de
políticos regionales que se invierten en este negocio, con la anuencia o la
complacencia del poder central. Cuando estas mafias comienzan a desarrollar sus
propias violencias, y cuando entran en conflictos con usa, los grandes
políticos liberales y conservadores reaccionan e intentan reprimir estas
actividades. Pero ya es tarde.
Desde 1958 han recibido regalos,
dineros, caballos de carreras, automóviles, invitaciones y zalamerías de los
peores mafiosos del país. Comparten con ellos acciones en las grandes empresas.
Reciben sus contribuciones en las campañas electorales. En muchas regiones del
país, dependen por entero de las mafias. El círculo se ha cerrado.
Las mafias, que el estado y los grandes
medios de información o publicitarios llaman paramilitares, ‘convivir’ o Auc, han
desarrollado y ‘modernizado’ la escuela tradicional de la violencia en
Colombia. Además de los métodos de tortura y exterminio que los partidos
tradicionales perfeccionaron durante casi 2 siglos de guerras civiles y
asonadas anticonstitucionales, las mafias han introducido los atentados en gran
escala, los asesinatos sistemáticos de jueces, periodistas, políticos, campesinos,
los descuartizamientos con sierra mecánica, antes a machete, y otros avances
técnicos similares.
La expansión de la actividad mafiosa no solamente
ha significado una ampliación de los territorios de la violencia en las 4
últimas décadas del siglo. Además, y esto es lo más grave, ha significado una
descomposición general de la sociedad. Los dineros de la mafia, sus métodos y
su política de corrupción han penetrado en las instituciones, en los partidos
políticos, en todos los estamentos sociales, en la fuerza pública e incluso en
los movimientos llamados ‘revolucionarios’ o ‘contra revolucionarios’ paralelos
al partido comunista colombiano.
Las mafias han sabido aprovechar en su beneficio el
tradicional ‘clientelismo’ de la política colombiana. Se han apoderado de
puntos claves en la estructura gamonalista y caciquista de los partidos
políticos. Han logrado intimidar, neutralizar, corromper, sobornar o
simplemente convertir en socios de sus fechorías a magistrados, ministros,
mandatarios, jefes civiles nacionales y locales, uniformados y eclesiásticos.
Una parte importante del país ha respondido a este
desafío con valor y coraje civil. La respuesta de las fuerzas de la corrupción
ha sido implacable: centenares de jueces, periodistas, políticos honestos, han sido
asesinados brutalmente. Debe constatarse que a pesar de esto, muchos
colombianos continúan sosteniendo con dignidad y valor sus posiciones en contra
de la corrupción, el clientelismo político y la penetración de las mafias en
las instituciones del país.
Legalizamos los dineros producto de las actividades
ilícitas, narcotráfico, contrabando, desfalcos estatales, con las reformas y
amnistías tributarias que cada año hacen los Presidentes. Y la venta de bonos
de deuda pública. Los dineros de la mafia y la guerrilla son depositados en
todas las entidades del sistema financiero.
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