1ª. Chulavitas. Boyacá,
Cundinamarca, Santanderes. Facción de la policía conservadora que operaba en la región
cundiboyacense y los Santanderes. Es el epíteto utilizado para denominar las
bandas armadas de origen campesino y policivo en Colombia que existieron
durante los primeros años de ‘La Violencia’, conformado por gentes del campo
procedentes de la vereda Chulavita, municipio de Boavita, departamento de
Boyacá, reclutados rápidamente en enclaves conservadores del nororiente del
departamento de Boyacá, para defender al gobierno conservador del presidente
Ospina Pérez, con el objetivo de restablecer el orden en Bogotá, la cual estaba
sumida en el caos, el pillaje y la violencia callejera debido al ‘Bogotazo’,
que fue una manifestación espontánea de una turba enfurecida tras la muerte del
caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán.
Los Chulavitas cumplieron su misión con eficacia,
aunque con exceso de fuerza; luego fueron usados como contrapeso a las
guerrillas liberales denominadas también como ‘Los cachiporros’, estacionadas
en los Llanos Orientales, razón por la cual algunos historiadores los definen
como la continuación y semilla del conflicto armado actual en Colombia.
Los ‘Patiamarillos’. Campesinos liberales que al
andar descalzos sus pies llenaban de barro los caminos y parajes. “Los
chulavitas acompañados con unos 4 o 10 conservadores, estos llegaban y daban de
dedo: ‘él es conservador’, entonces lo apartaban; y él es un ‘collarejo’
hijueputa ‘Patiamarillos’, mil cosas, entonces lo cogían, ya él no vivía, lo
sacaban, lo apartaban y lo mataban. Como las casas eran de paja, de paja
palmicha, palmarrial y una que se llama palmacuca… que cuando se afina se llama
palmecuca, que sirve para hacer casas y las paredes. Entonces llegaban, a lo
que ya mataban la gente, los botaban en el rancho al que le metían candela,
para que cuando llegaran los familiares no hubiera cómo cobrarlos, reconocerlos”.
Cundinamarca. Una de esas cacerías ha
quedado en la memoria de los colombianos como prueba patente de la eficacia del
ejército nacional. El legendario guerrillero Efraín González, conservador, se
mantuvo fuera de la ley durante años y fue necesario más de 1.000 soldados para
cazarlo en el centro de Bogotá, en una persecución que duró días. Se
destruyeron casas y hasta edificios, se utilizó artillería para eliminar a un solo
bandido fugitivo armado con una pistola. Después de la ‘batalla de Boyacá’, que
selló la independencia del país en 1819, no se había visto tanto heroísmo y,
sevicia contra un copartidario.
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