La Guerra entre Esmeralderos. Los esmeralderos sostuvieron
tres guerras: 1ª. A partir de la muerte del ‘pájaro’ conservador de La Violencia
Efraín González, por el ejército en junio 9 de 1965 en Bogotá, terminó con el
cierre gubernamental de los socavones y la captura de Humberto ‘el ganso’ Ariza
en 1971, con saldo de 1.200 muertos; 2ª. De 1975 a 1978, finalizó mediante
acuerdo de explotación mixta de las piedras entre Estado y los comerciantes,
ocasionó 800 cadáveres; y la 3ª. De 1986 y 1990, donde mataron 3.500 personas.
Concluyó cuando Rodríguez Gacha masacró a su socio Gilberto Molina, quien lo
había llevado a esas cuevas. La fiebre del polvo blanco se había mezclado con
el embrujo verde de las gemas.
Desde los años 60, la zona occidental de Boyacá se
ha visto gravemente afectada por un fenómeno, que en su tiempo fue la base de
una sociedad; El Auge Esmeraldifero. La primera de las familias encargadas del
"negocio" fue dirigida por Efraín González Téllez, un veterano
luchador de la violencia política de la década de los 50s. La otra familia, que
trabajó en sociedad con la de González, era la dirigida por Humberto Ariza
Ariza, "el ganso Ariza", un asesino nato, que basó su poder en la
fuerza. Durante la época de su reinado en la zona esmeraldífera se asegura que
asesinó o mandó hacerlo a más de 800 personas.
Tras la muerte de Efraín
González se desató una ola de violencia en la región, que se conoció como la ‘Guerra
Verde’. Esta guerra produjo más de 1.200 muertos en los 11 municipios, entre
estos, Chiquinquirá, Muzo, Coscuez, Borbur y Somondoco. Durante
los años en que se vivió la guerra, el occidente de Boyacá era una zona
en la cual la fuerza pública no ejercía poder, debido a que dichos municipios
eran liderados por diferentes empresarios de la esmeralda, con los recursos
suficientes para tener una gran cantidad de hombres trabajando a su servicio,
conocidos en la región como “pájaros”. Como consecuencia de la ausencia del
estado en esta zona, la población se vio afectada, ya que la guerra entre
familias y poderosos dejaba como saldo gran cantidad de muertos, torturados,
desaparecidos, desplazados, entre tantos otros casos que aun en la actualidad
son la sombra de una comunidad.
En 1971, el gobierno decidió
abruptamente cerrar las minas de esmeraldas ubicadas en la región de Boyacá, al
noreste de Bogotá, dejando con los brazos cruzados a miles de trabajadores y
aventureros que buscaban enriquecerse rápidamente. Para esa época el gobierno de Misael Pastrana luchó
para arrebatarles el negocio a las mafias y por medio de ‘concesiones’ mineras
legalizó la explotación esmeraldífera.
En ese punto ya existía un nuevo zar
en el negocio: Gilberto Molina, quien llegó acompañado de Víctor Carranza y un
joven mesero, Gonzalo Rodríguez Gacha, quien luego se convertiría en el
temido alias ‘el mexicano’ y en su
principal enemigo. Niños desde los 12 años eran reclutados para trabajar en las minas
durante largas jornadas y servir como criminales al servicio de una de las
familias o "narco patrones" del sector. Durante
la época productiva de las minas, los pueblos más cercanos a estas se vieron
ampliamente beneficiados, ya que la economía era productiva y el comercio
dentro de los mismos tenia gran movimiento. El problema surgió en el momento en
que las minas se privatizaron, concentrándose el dinero únicamente en los
grandes empresarios, como los Nieto, Triana, Carranza, Rincón. La pobreza
que genero la privatización de las minas de esmeralda, dejó muchas familias
desempleadas, ya que dependían de lo que podían "guaquear" en un día
de trabajo.
En 2013 el estado recibió por regalías, solo $1.504 millones girados
por las empresas que explotan esmeraldas, a pesar de que a los principales
mercados internacionales, Nueva York, Hong Kong y Japón, llegaron en 2013
piedras colombianas por us127 millones de dólares.
Según cifras de la ANM, Agencia Nacional Minera:
En 2.015 se exportaron 1´782.058 quilates de
esmeraldas en “bruto”, es decir en estado natural tal cual sale de la mina,
dejando al país unas regalías de us18´297.776 de dólares. En ese mismo año se
exportaron 376.487 quilates “tallados”, transformación que se le da a la piedra
en bruto, de esmeraldas, dejando una regalías por us142´599.909 dólares.
En 2016 la ANM
certifico que se recibieron un total de $8.422 millones por regalías de
esmeralda. Cifra muy baja, teniendo en cuenta que la producción total superó
los 2 millones de quilates.
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