FERNANDO BOTERO. Nace en la ciudad de Medellín en el año de 1932, reconocido a nivel nacional e internacional como un gran pintor y escultor latinoamericano.
Desde muy niño cuando Fernando Botero terminaba sus estudios primarios, gracias a una beca que le habían otorgado, comienza a estudiar en un colegio de Jesuitas en Medellín. Su primer trabajo conocido de joven es el dibujo de una acuarela con un toreto.
En el año de 1948 realiza su primera exposición colectiva con otros pintores antioqueños, y a partir de ese momento se dio a conocer en exposiciones colectivas e individuales tanto en el país como en el exterior… como primeras influencias del artista están la escuela de muralistas mejicanos (Rivera, Siqueiros y Orozco) y sus recuerdos infantiles de las imágenes policromadas de los retablos del barroco colonial.
Es expulsado del colegio tras conocerse un artículo que había escrito sobre “Picasso y el no conformismo en el arte”. Ya antes había sido amonestado por sus dibujos de desnudos.
Él Culmina entonces sus estudios en el Liceo San José de Marinilla en 1950, costeados con varias ilustraciones para la prensa y sus actividades como escenógrafo de la compañía Lope de Vega que estaba de gira por la ciudad.
En 1951 Botero ya vive en Bogotá. Allí entra en contacto con la vanguardia colombiana, y participa en las tertulias sobre el nuevo arte abstracto y los pintores de la revolución colombiana. Poco después realiza su primera exposición individual en la galería de Leo Matiz con relativo éxito. En agosto le conceden el segundo premio en el IX Salón de Artistas Colombianos por su obra “En la Costa”. Este premio le permite viajar a Europa. Se matricula en la Academia San Fernando, en Madrid. Un año después viaja a París donde se instala.
En el año de 1956 viaja a México, y es allí, cuando decide pintar “Bodegón con Mandolina”, donde encuentra por casualidad su verdadero estilo gracias a la influencia de la pintura mural mejicana. “Un día que dibujé una mandolina y por equivocación puse un punto diminuto en el lugar de la apertura de sonido en medio de la caja, el instrumento daba una impresión de hinchado masivo…”Un año después viaja a Estados Unidos para su primera exposición individual en ese país. Allí descubre la tendencia del expresionismo abstracto.
En la década del 60 realiza numerosas exposiciones en varias ciudades del mundo: Washington, New York, Bogotá, Munich… Vive entre Colombia, New York y Europa. Declara “Después de haber estado colonizados durante siglos, nosotros los artistas hispanoamericanos sentimos con especial fuerza la necesidad de encontrar nuestra propia autenticidad. El arte ha de ser independiente… Quiero que mi pintura tenga raíces, porque estas raíces son las que dan sentido y verdad a lo que se hace. Pero, al mismo tiempo, no quiero pintar únicamente campesinos suramericanos. Quiero poder pintar de todo, así también a María Antonieta, pero siempre con la esperanza de que todo lo que toque reciba algo del alma suramericana…”.
Al iniciar la década del 70, tras el nacimiento de su hijo Pedro, Fernando Botero plasma en una de sus pinturas los primeros años de vida de su niño. Continúa sus exposiciones en varias ciudades alemanas, New York y la ciudad de Bogotá. En el año de 1973 se traslada definitivamente a París y realizar allí sus primeras esculturas.
En 1977, recibe de la Gobernación de Antioquia La Cruz de Boyacá y se inaugura la Sala Pedro Botero en el entonces Museo de Zea de Medellín, con 16 obras donadas por el artista en memoria de su hijo muerto en un accidente automovilístico. En la década de los noventa continúa con sus exposiciones en diversos lugares del mundo. En 1983 se instala en Pietrasanta, un pueblito de la Toscana italiana, una población famosa por sus diversas fundiciones. Actualmente trabaja allí varias veces al año en la talla de sus esculturas.
En 1984, dona varias esculturas al Museo de Antioquia y 18 cuadros a la Biblioteca Nacional de Bogotá. Botero mismo ha dicho que sus verdaderos maestros están en los museos, y efectivamente, es en ellos donde ha encontrado mayor inspiración.
La pintura de Fernando Botero es tan personal y tan diferente a lo que hasta ahora se ha realizado en el arte contemporáneo que cualquier intento de clasificarlo resulta imposible.
La desaparecida crítica de arte Marta Traba, reseño una exposición de Botero en 1961 en los siguientes términos: “Es verdad que esa pintura ha buscado deliberadamente colocarse en una postura de choque al oponerse, no sin una hábil inteligencia, a las resoluciones más generales del arte actual: la abstracción, el planismo, el desprecio por el tema, teniendo buen cuidado, sin embargo, de subrayar y llevar hasta un extremo casi abusivo el libertinaje formal de la pintura contemporánea. La actitud de Botero le empujaba a los monstruos. Los monstruos representaban el desafío a la belleza y a la lógica y por consecuencia, a la opinión del público que necesitaba de esas dos virtudes teologales de la pintura, por más insignificantes que sean en cierto caso, para dar su asentamiento a un artista”.
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