En carta enviada por Fernando
González Ochoa, filósofo antioqueño, al expresidente Carlos E. Restrepo
encontramos esta constante histórica de la ideología paisa: «¿Ha leído los
periódicos de Colombia?» Se necesita uno que los dome, se necesita un padre, un
gobierno fuerte que los meta a la cárcel. ¿Por qué no se mete Ud. y le da hasta
la última gota a Colombia? He pensado mucho» y Ud. es el único que tiene
nombre, prestigio y alma para remediar esto a que va Colombia. Claro que eso
sería sufrir y sacrificarse, pero el sacrificio es el precio de todo bien. Para
mí tengo que los partidos políticos son fuerzas ciegas que necesitan
conductores; en Colombia hay partidos y sólo Ud. como conductor»1.
La humanidad necesita, para
vivir, mitos y mentiras, afirma el escritor antioqueño Fernando Vallejo. El
mito paisa se recrea, actualiza y acomoda permanentemente. Álvaro Uribe es
producto del mito. En el diccionario del diablo, Ambrose Bierce define la
mitología como el «conjunto de creencias de los antiguos, concernientes a su
origen, historia, héroes, deidades y demás símbolos de identidad. Se opone a
los acontecimientos verdaderos que son inventados con posteridad».
El mito paisa
Filósofos y artistas tienen la
sensibilidad para representar en profundidad el alma del pueblo. El «Monumento
a la Raza» se levanta de manera imponente en La Alpujarra, centro del poder
político y administrativo de Antioquia. La obra construida por el maestro
Arenas Betancur entre 1979 y 1986, en bronce y concreto, con una altura de 38
metros, es la mejor representación del mito paisa. El concepto de «raza»
etnológicamente no tiene fundamento científico, pero es utilizado por
ideologías fascistas. El artista aclara que este concepto es un mandato popular
antioqueño que se enseña desde la niñez, para distinguirnos. El maestro Rodrigo
Arenas Betancur, «es el artista de Antioquia, de una geografía que se ha
caracterizado por la motivación personal, el orgullo provincial y la fuerza
telúrica»2.
El monumento evoca a un pueblo elegido
por el Creador que después de cumplir su ardua misión en la tierra regresa a su
regazo. Está organizado de manera integral, relatando la epopeya paisa, raza
que en su devenir histórico emerge de la tierra para culminar, en su cúspide,
después de un arduo y sinuoso movimiento en espiral, dominando tiempo y
espacio, proyectado al infinito, en la búsqueda de la unión divina con Dios.
Están los diferentes recursos
involucrados en este largo y penoso peregrinar por senderos trazados por la
providencia: el agricultor, el minero, el arriero, el colonizador, el
inmigrante, el comerciante, el industrial, el técnico, el intelectual. Se alude
al denuedo, a la vocación de lucha y conquista, a toda actividad, al trabajo,
como motores de desarrollo y valores del antioqueño. Nada parece estático, ni
los hombres ni las mujeres. Todos, de manera orgánica, cumpliendo una función
social según el destino jerárquico marcado por pactos sagrados, unidos sin
permitir escisión alguna, se confunden en la acción y cada individuo deja la
certeza de la conciencia comunitaria y la misión gregaria que cada uno debe
cumplir, todo lo cual impulsa sus movimientos y anima su evolución. Es la
Antioquia móvil, viva, actuante, colonizadora, avasalladora. En el conjunto de
los hechos memorables representados, los caballos tienen su categoría propia en
este canto a la raza antioqueña, donde coexisten un ansia desesperada por la
conquista y la acumulación de riquezas, con un gran tormento místico, el
respeto a la tradición, la salvaguarda de los valores más sagrados y la misión
de antioqueñizar el universo3 .
En su libro «Los negroides», el pensador
de Envigado, Fernando González, define los orígenes y parentescos de la «raza»:
«Colombia tiene variedad de sangres, de riquezas, de problemas e inquietudes;
cada departamento es entre nosotros un país; sobre todo, Colombia tiene el
Departamento de Antioquia, vasco y judío, pueblo fecundo y trabajador que va
unificando poco a poco a la República». Si bien, González afirma que el
antioqueño es un grupo racial de características más definidas que las del
judío, hasta el punto que ha invadido en cien años a toda Colombia y aún las
repúblicas vecinas, define a los habitantes de Medellín como «gente egoísta y
áspera más que piedra quebrada; hombres de móviles primitivos, muy fuertes.
Humanidad prometedora para el educador, pero desagradable en su estado actual
de cultura. Hasta hoy ha vivido el medellinense bajo motivación netamente
individualista: conseguir dinero para él; guardarlo para él; todo para él»4 .
Tradicionalmente los gobernantes antioqueños pertenecen a familias de abolengo,
predestinadas a mandar; al pueblo primitivo le corresponde obedecer.
Función del mito
Ninguna sociedad puede mantener su
estabilidad sin un alto grado de identidad entre sus miembros lo que genera una
solidaridad que a su vez depende de la vigencia del mito social dominante,
acompañado de rituales y ceremonias. Por ello es tan importante para la
sociedad antioqueña su mito fundacional o de iniciación.
La mitología tiene como inclinación
natural convertirse en narcótico. El mito sitúa los hechos empíricos en un
orden incondicionado, contiene en sí el cuestionamiento del mundo perceptible,
que aparece como dependiente y falto de valor propio: solo puede alcanzar los
valores ligándose con aquellas realidades atemporales fundadas por el mito.
Según el pensador italiano Antonio
Labriola, el estado primitivo de la consciencia humana, aunque corresponde a la
época de la primera formación de la sociedad, se continúa y perpetúa también en
los períodos posteriores de la historia, porque adquiere cierto carácter
sustancial en las costumbres y fija su expresión en los mitos. El sucesivo
nacer y el lento desarrollo de la reflexión no llegan a excluir de repente las
diversas manifestaciones de la consciencia primitiva e irrefleja, y la
transformación de los antiguos elementos en conceptos conscientemente
aprendidos, críticos y pensados no se produce sino por un largo proceso y una
lucha asidua, incesante y secular5 .
El mito se reproduce y recrea por la
represión que ejerce el grupo hegemónico sobre cualquier amenaza al orden
tradicional, pero también manteniendo al pueblo sometido al mísero sustento, a
una vida marcada por un gran esfuerzo y por una indecible monotonía de
horizontes. Excluidos de la educación y el despertar de la consciencia, este
pueblo mítico padece un embrutecimiento sin esperanza. En Antioquia los niveles
de pobreza afectan a 54,4% de la población y 19,6% vive en la miseria.
Del mito al fascismo dependiente
La cultura antioqueña es pragmática y
funcionalista. El mandato paisa: «consigue plata, mijo, de manera honesta y
digna… si no puedes, de todas maneras consíguela». Los fines justifican los
medios, pero como lo advirtió de manera inteligente el escritor R. H. Moreno
Durán, este enunciado no tiene principios. A cambio de principios opera el
mito.
Frente a la crisis social, política y
económica de inicios de la década de 1990, gestada a lo largo de los años
ochenta, la oligarquía antioqueña se sintió llamada a salvar el orden
colombiano, amenazado en sus cimientos. El país pasaba por el túnel negro de la
desesperanza. En el mundo, el sistema capitalista venía reordenando las
estructuras económicas, gestaba una nueva división internacional del trabajo y
consolidaba la globalización liderada por el capital financiero y la barbarie
gringa.
Durante 1996-1998, el grupo «Destino
Colombia» realizó un trabajo prospectivo de futuros posibles al año 2014. Bajo
el supuesto de que los diálogos con la insurgencia siempre fracasan y que el
país se hunde en el caos económico, político y social, la oligarquía consideró
que un gobierno de mano dura, esto es, autoritario y represivo, arrojaría los
mejores resultados para ordenar la sociedad colombiana y articularla a las
nuevas exigencias del sistema mundo capitalista.
En el escenario “todos a marchar”, la
guerra y el gasto militar tienen la prioridad del gobierno. El capital se
privilegia con menores impuestos, privatizaciones, flexibilización de la fuerza
labora y políticas orientadas a la liberalización de los mercados. La inversión
extranjera se promueve mediante la entrega de los recursos naturales, la
biodiversidad y, en general, todas las actividades bajo control del Estado a
las transnacionales. Se espera una recuperación de las finanzas públicas,
producto de las privatizaciones y una mejora en los ingresos tributarios efecto
del crecimiento de la economía jalonado por una mayor productividad del capital
y la fuerza de trabajo. El costo de la implementación de este modelo, estaba
previsto en el escenario prospectivo, es el incremento sustancial en la
violación de los derechos humanos; el esta- blecimiento de un estado policial y
penal, el aumento del desplazamiento forzado, el desmejoramiento de las
condiciones de vida de los trabajadores.
Para liderar la construcción del
escenario «todos a marchar» fue encargado al mandatario antioqueño Álvaro Uribe
a partir del año 2002. Las dos estrategias centrales en su gobierno han sido la
seguridad para generar confianza en los inversionistas y el apoyo al gran
capital. La primera se refiere a la capacidad represiva del Estado y el control
del conflicto social y político en su expresión armada, para lo cual se
ampliaría la intervención del gobierno estadounidense en la política y el
conflicto interno. La segunda, consiste en la profundización del modelo
neoliberal, el mejoramiento en la tasa de ganancia del capital y la entrega de
la economía nacional a los intereses de transnacionales y capital financiero.
En lo territorial, este escenario
contaba con una experiencia piloto, dado que se venía probando de manera
exitosa desde la década de 1980 en el Magdalena Medio, en particular en Puerto
Berrio, centro de los cuatro municipios antioqueños que hacen parte de esta
subregión. Allí se combinó un régimen de terror con una estrategia
antiinsurgente mediante la acción coordinada de terrorismo estatal,
empoderamiento del paramilitarismo, narcotraficantes y control de los cargos de
la administración local y el presupuesto público. Todas las organizaciones
sociales y sindicales fueron destruidas y sus dirigentes asesinados,
desaparecidos o exilados, igual sucedieron con los grupos políticos de
oposición. El desplazamiento forzado fue masivo, seguido por el repoblamiento
por personas leales al nuevo régimen. La ley del silencio fue impuesta, bajo el
establecimiento de un sistema de inteligencia asfixiante y la articulación de
la sociedad civil a redes de vigilancia y delación. El contubernio de los
medios masivos de comunicación con la cultura y los valores de este fascismo
criollo es desvergonzado. En lo económico el modelo incorporado fue de
latifundio ganadero, narcotráfico, agroindustria y servicios de seguridad y
hospedaje a los cuerpos directivos de empresas transnacionales que operan desde
allí sus negocios en el Magdalena Medio. Ante el éxito comprobado, este modelo
de fascismo dependiente y desarrollo forzado fue posteriormente ampliado a todo
el territorio antioqueño, cuando Uribe fue Gobernador: 1995-1997, y ahora es
hegemónico en todo el país.
El partido del fascismo dependiente
llega al poder con el apoyo de las clases medias y populares, amenazadas por el
conflicto interno, la pobreza, el deterioro de los valores tradicionales, la
inseguridad y la incertidumbre en el futuro. En Colombia, siglos de violencia y
de socialización en el autoritarismo y el cristianismo intolerante ha creado
una cultura proclive a los gobiernos despóticos. El arte del fascismo estriba
en proclamarse a favor de los intereses comunitarios, en la exaltación de los
valores nacionales, en el amor a la patria y en su indignación contra la
politiquería y la corrupción. No obstante, en verdad, el fascismo dependiente
responde a los intereses y mandatos de la dictadura del gran capital nacional e
internacional.
Uribe y la prospectiva del fascismo
dependiente
Tomando en cuenta el éxito logrado, en
la opinión de representantes del gran capital y sectores de extrema derecha, en
la implementación del escenario «Todos a marchar», el gobierno de Álvaro Uribe
presentó el 7 de agosto de 2005, el documento «Visión Colombia Segundo
Centenario: 2019», una mirada de país en el largo plazo, sobre el supuesto de
la consolidación del proyecto hegemónico que lidera.
La prospectiva realizada por el gobierno
parte de considerar tres condiciones determinantes: 1) Colombia debe estar
inserta en un mundo en transformación, con una inminente recomposición
económica y política; 2) Colombia debe aprovechar plenamente las condiciones de
su territorio y capitalizar sus ventajas en todas las dimensiones; 3) Colombia
debe asimilar los cambios demográficos y formular políticas de futuro.
En el plano geopolítico, el documento
considera los cambios fundamentales en las relaciones internacionales
políticas, económicas y de cooperación; al igual que la creación de bloques en
términos económicos y políticos; pero, principalmente, bajo la tutela y control
económico y político estadounidense. Por ello, la entrega, bajo relaciones de
neocolonialismo de la economía y la política nacional, a los intereses del
imperio norteamericano es vital para la oligarquía colombiana, por ello el afán
de poner en marcha el Tratado de Libre Comercio y la expansión del poder de la
OTAN al territorio Latinoamericano.
En lo territorial se considera la
localización estratégica del país que cuenta con 10% de la biodiversidad
mundial, 50% cubierto por bosques, con los recursos hídricos más grandes del
mundo, una geografía fragmentada, la mitad del territorio despoblado (región
oriental, valle del Magdalena y costa Pacífica) y una de las poblaciones más
dispersas de América Latina. El propósito es privatizar todos los recursos
naturales del país y entregarlos a la explotación de multinacionales, bajo la
protección de los paramilitares y sus estrategias de repoblamiento. El reordenamiento
territorial se está haciendo alrededor de los macroproyectos de desarrollo
forzado y la organización de enclaves paramilitares sobre la base de
agroindustria de exportación y el control de las administraciones municipales.
En lo poblacional se parte que de los 42
millones de habitantes actuales se pasará a 55, 9 millones en 2019; la
población urbana representará en términos relativos el 77% (hoy 75%), pasando
las cinco principales ciudades de 15,2 millones de habitantes a 20 millones;
los adultos mayores (más de 65 años) concentrarán el 7,6% de la población (hoy
5%), la población económicamente activa (entre 15 y 64 años) representará el
67% (hoy 64%) y los menores de 15 años perderán participación: 25,6% (hoy 31%).
Bajo el enfoque de los jóvenes como actores estratégicos del desarrollo se
busca que este «bono demográfico» esté adecuado a las necesidades de
explotación por parte del capital transnacional, esto es, educado,
flexibilizado, disciplinado y mal pago.
Tras conocer su triunfo en las recientes
elecciones, Álvaro Uribe inició su discurso pronunciando las siguientes
palabras: “Qué nuestro Señor y María Santísima nos ayuden para que esta
decisión democrática sea útil a esta gran patria colombiana”. Una vez más, el
mito paisa se ha hecho realidad.
1 Correspondencia Fernando González –
Carlos E. Restrepo. Archivo de Carlos E. Restrepo – Universidad de Antioquia-
18 de enero hasta 25 de junio de 1931, p. 138.
2 Gloria Inés Daza, en Arenas Betancur, Un realista más allá del tiempo, Villegas Editores, Colombia, 1986, p. 27.
3 Morales Benítez, Otto, Recuerdos y enseñanzas del maestro Arenas Betancur, en: Arenas Betancur, Un realista más allá del tiempo, Villegas Editores, Colombia, 1986 pp. 13-41.
4 González, Fernando, Los negroides, Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 1995, p. 27-99.
5 Labriola, Antonio, Socialismo y filosofía, Alianza Editorial, 1969, p. 175.
2 Gloria Inés Daza, en Arenas Betancur, Un realista más allá del tiempo, Villegas Editores, Colombia, 1986, p. 27.
3 Morales Benítez, Otto, Recuerdos y enseñanzas del maestro Arenas Betancur, en: Arenas Betancur, Un realista más allá del tiempo, Villegas Editores, Colombia, 1986 pp. 13-41.
4 González, Fernando, Los negroides, Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 1995, p. 27-99.
5 Labriola, Antonio, Socialismo y filosofía, Alianza Editorial, 1969, p. 175.
Presidentes en la historia de Colombia
de origen Antioqueño
Liborio Mejía Gutiérrez 1816
Juan de Dios Aranzazu 1841 - 1842
Carlos E. Restrepo 1910 - 1914
Marco Fidel Suárez 1918- 1921
Pedro Nel Ospina (hijo adoptivo de Antioquia) 1922-1926
Mariano Ospina Pérez 1946- 1950
Contralmirante Rubén Piedrahita Integrante de la junta militar 1957-1958
Belisario Betancur Cuartas 1982 - 1986
Álvaro Uribe Vélez 2002 -2006 2006 – ?
Liborio Mejía Gutiérrez 1816
Juan de Dios Aranzazu 1841 - 1842
Carlos E. Restrepo 1910 - 1914
Marco Fidel Suárez 1918- 1921
Pedro Nel Ospina (hijo adoptivo de Antioquia) 1922-1926
Mariano Ospina Pérez 1946- 1950
Contralmirante Rubén Piedrahita Integrante de la junta militar 1957-1958
Belisario Betancur Cuartas 1982 - 1986
Álvaro Uribe Vélez 2002 -2006 2006 – ?
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