Piketty publica un libro con igual título del famoso libro de Marx en 3 tomos, El
capital. Para distinguirlo del de Marx, Piketty le añade el
subtítulo “en el siglo XXI”. La obra de Marx fue publicada entre
1860 y 1894. Marx escribió en alemán y Piketty en francés. Entre las
dos obras hay un espacio temporal de más de un siglo. Sin embargo, Piketty
discute a Marx, más que a cualquier otro autor, entre una larga lista de obras
económicas y políticas. No considero que sea casual el título escogido por
Piketty para su libro, sino que abriga un propósito preciso de confrontación.
La obra de Marx siguió dos líneas divergentes, la de sus defensores y la de sus
revisionistas. Entre los primeros, los marxistas Engels y Lenin; entre los
segundos, los socialdemócratas Kautsky y Bernstein, inspiradores de la
socialdemocracia. A Piketty se le puede catalogar como un socialdemócrata
radical, centrado en el fenómeno de la profunda desigualdad que
caracteriza el capitalismo en la era presente. Su tema central histórico tiene
que ver con la imperiosa necesidad de establecer un impuesto progresivo que la
controle. Él mismo señala que su propuesta es, en cierto modo, una utopía.
Su propuesta es de todas
maneras sencilla: un capitalismo sin capital financiero, sin concentraciones
abismales, sin proteccionismo y, por supuesto, con mercado libre. El
capitalismo tiene que funcionar con la globalización, que él considera ya
ineludible. Se puede lograr con un Estado social, de carácter mundial, sin
restricciones nacionales, sobre la base de un impuesto progresivo estricto a
todos los capitales, un impuesto mundial sobre las fortunas que elimine el
capitalismo “patrimonial”. Esto permitiría despojar el capitalismo de sus
inequidades, de sus desigualdades abismales, de tal manera que haga realizable
su utopía. La mitad de su libro está dedicada a la crítica de la desigualdad en
la posesión del capital. Por esa razón el capitalismo pikettiano tendría que
funcionar en un sistema político sólidamente democrático. Si la democracia que
él tiene en su mente, opera, tendría la capacidad de controlar el capital, así
de sencillo. Sería su función fundamental.
En Piketty hay respeto por
Marx. Desde la introducción le dedica páginas enteras a discutir su teoría
sobre el capitalismo. A la ley de la “caída de la cuota de ganancia” que Marx
desarrolla en su tercer tomo, la denomina el “principio de acumulación
infinita” que podría hacer insostenible el capital. Piketty la considera
utópica, en cierta manera como la que él plantea sobre el control de la
desigualdad con el impuesto mundial progresivo. Pero las leyes que Piketty
desarrolla son leyes, primero, para sostener el sistema capitalista y, segundo,
para morigerar sus profundas desigualdades que son las que lo están llevando a
sus profundas crisis. No va más allá. Se detiene en el contexto de las leyes
económicas, no se aventura a plantear el funcionamiento de la democracia
sostenida por un capitalismo sin desigualdades. Se trata de una utopía
económica, no política, no de socialismo y menos de comunismo. Se podría
concluir “el capital” de Piketty, la antítesis de “el capital” de Marx.
Piketty plantea tres leyes del
capitalismo y Marx, cuatro. Marx les asigna nombre, Piketty sólo las presenta
en fórmulas matemáticas. El punto de partida fundamental de Piketty radica en
la relación del capital patrimonial con el ingreso. El capital lo define como
una acumulación histórica de cada quien, “una cantidad total de riquezas poseídas
en un punto dado en el tiempo,” la de las herencias, la del patrimonio. Pero el
ingreso, “como la cantidad de riqueza producida y distribuida a lo largo de un
período dado, por ejemplo, un año,” sin una implicación histórica de acumulación
patrimonial. En cada momento histórico, la importancia
del capital en una sociedad dada se obtiene dividiendo la acumulación de
capital por el flujo anual del ingreso. De allí resultan dos leyes más. La
primera es la de la participación del capital patrimonial en el
ingreso nacional que es la que permite definir los tres conceptos fundamentales
del sistema capitalista, “la relación del capital con el ingreso, la
participación del capital en el ingreso y la tasa de rendimiento del capital”.
Piketty señala que esta tasa de rendimiento es el concepto central. Resulta
curioso que también se la atribuya a la teoría marxista, con la advertencia de
que resulta errónea en el sentido de predicción histórica, a pesar de abrigar,
como dice, “una intuición interesante”.
La tercera ley fundamental de
Piketty es “una ley a largo plazo”, como lo advierte con insistencia, sometida
para su validez a una serie de condiciones. Es la ley que define el carácter de
la relación del capital histórico con el ingreso presente en un país. Resulta
muy interesante su análisis sobre las consecuencias de este principio. Si el
país ahorra mucho y crece lentamente, acumula a largo plazo una enorme cantidad
de capital y de ahí se deducen las condiciones concretas de su
estructura social y de la distribución de la riqueza. La consecuencia que saca
de esta formulación es que en una sociedad estancada “las riquezas acumuladas
en el pasado adquieren inevitablemente una importancia desmedida”. En los
siglos XVIII y XIX el capital crecía muy lentamente y era enorme su
concentración, lo mismo que sucedió a principios del siglo XX, proceso que se
detiene por las dos guerras mundiales para surgir desaforado después de los 80
hasta el momento actual de principios del siglo XXI. El bajo crecimiento demográfico
de las últimas décadas en Europa contribuye a lo que Piketty denomina “el
regreso del capital” en el mundo. En el análisis de esta ley prepara ya su
tesis central: “el capital es potencialmente útil para todo el mundo y, si nos
organizamos correctamente, cualquiera podría beneficiarse de él.” Claro que
confiesa a continuación que “los poseedores del capital…controlan en realidad
una parte más importante de la riqueza…”
Marx es diferente, porque parte
de las formulaciones de la economía clásica de Smith y Ricardo, pero su crítica
frontal lo lleva a transformarlas por completo. De las de los clásicos,
resultan leyes nuevas. Parte de la ley del valor convertida ya en
capitalista, sigue con la ley de la máxima ganancia, pasa a la ley de la cuota
general de ganancia para concluir con la ley de la caída de la cuota general de
ganancia. Su punto de partida es que el capital es una relación social de
producción que surge en un momento determinado de la historia, de la cual
proviene la explotación de los capitalistas sobre los obreros, basada en una
prolongación diversificada de la jornada de trabajo, sin la cual resulta
imposible la acumulación del capital. Es una diferencia fundamental con Piketty
en el punto de partida del análisis. Pero para Marx, el proceso lleva
ineludiblemente también a una concentración del capital, a una expropiación de
unos capitalistas por otros, al monopolio del capital. Es también un proceso
capitalista ineludible. En este proceso el avance tecnológico resulta
determinante para aumentar la producción, la productividad, la explotación del
trabajo hasta suplantación del obrero por la máquina y la persistencia del
desempleo. Piketty no es ajeno a este análisis del proceso del capital, de lo
que resulta una de sus aspiraciones de control sobre la acumulación
desaforada de capital.
A Marx no le tocó todavía el
auge del capital financiero—ni soñar en la diversificación infinita del siglo
XXI—es decir, del capital que se separa de la producción y acumula sobre la
base del interés producido por el capital. Para Piketty, es un punto central de
su análisis sobre el capital. Sin embargo, para la segunda mitad del siglo XIX
ya operaba el crédito capitalista, diferente de la usura, al que Marx dedica
capítulos que pueden considerarse premonitores del desarrollo financiero del
capitalismo. Por momentos, su análisis en el tomo III es
estremecedor. Está centrado en el desarrollo de las sociedades anónimas, es
decir, en las que el capitalista ya no es el administrador, sino un “anónimo”,
de empresas con capital de individuos asociados que aparecen “como empresas
sociales en oposición a las empresas privadas”. Marx suelta esta frase: “es la
supresión del capital como propiedad privada dentro de los límites del mismo
régimen capitalista de producción”. Entonces plantea que constituye una fase
necesaria, no como propiedad privada, sino como propiedad directa de la
sociedad. Y advierte que esas empresas sólo son posibles siempre y cuando
arrojen simples intereses. O sea, se trata de la socialización del capital.
Es en este momento cuando Marx
da un salto político, cuyas características persisten y hacen que Piketty se
refiera a él en forma persistente. Dice Marx: “esto equivale a la supresión del
régimen de producción capitalista dentro del propio régimen de producción
capitalista que aparece prima facie como simple fase de
transición hacia una nueva forma de producción”. Es el capitalismo de Estado,
rechazado por los Friedman y Hayek, que ya socializa medios de
producción en manos del Estado. Es que Marx añade: “es una especie de
producción privada, pero sin el control de la propiedad privada”. Por eso los
neoliberales combatieron a muerte ese capitalismo de Estado. Piketty, por su
parte, fluctúa entre el control del capital financiero y el libre mercado
absoluto de profundo sabor neoliberal. Está a años luz de Marx.
Piketty es muy cuidadoso en
advertir que sus leyes se aplican sin tener en cuenta las guerras y las crisis.
En sus numerosos gráficos el lector puede hacer la referencia al momento
histórico que representan, bien sea el de la Primera Guerra Mundial, el período
de entreguerra o el de la Segunda Guerra Mundial. Pero no hace parte de la
teoría de Piketty. Coincide en su metodología con la de Marx que no depende de
las condiciones históricas concretas del desarrollo del capitalismo en su
tiempo, como podría ser la de la unificación decimonónica de Alemania, las
revoluciones nacionalistas europeas que dieron origen a naciones modernas, la
revolución de independencia de Estados Unidos y demás. Ni el libro de Marx es
una historia del capitalismo ni la de Piketty de su evolución del siglo XVIII
al XXI. Sus referencias a las situación concreta del desarrollo del capitalismo
no constituyen su historia.
Para terminar esta primera
nota, se debe señalar que no hay en Piketty ni una sola alusión a las
consecuencias políticas del desarrollo del capitalismo en el siglo XX, ni
menos, un análisis, de sus consecuencias sobre la economía mundial, que es
donde radica la explicación última de las guerras mundiales, la de la expansión
del capital financiero, separado por completo de la producción concreta y que
recorre el mundo ingresando y saliendo de los países subdesarrollados al vaivén
de sus condiciones de ganancia. Pero tampoco sobre el dominio económico
ejercido por el mismo capital, por la inversión directa e indirecta de los
países desarrollados sobre el resto del mundo. Podría decirse que los tres
tomos de Marx tampoco la tienen, con la diferencia que su obra complementaria
resultado de su concepción económica es puramente política y explosiva. El
marxismo ha planteado que las condiciones de dominación ejercidas por el
capital, tal como lo analizó Marx, han dado origen a una
transformación del capitalismo en imperialismo o dominio del capital
financiero sobre las demás formas del capital, basado en la situación dominante
del rentista que produce el dominio de unos cuantos Estados dotados de potencia
financiera. El concepto de imperialismo no existe en la concepción de Piketty.
Y, entonces, la política duele por su ausencia.
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