Explicaciones Contrarias. En las universidades públicas de
Colombia hasta hace una década era fácil describir e interpretar lo que ocurría
y mantener un relato colectivo más o menos común, saber de sus propósitos, de
las relaciones e implicaciones solidarias con el entorno, de los modos de
acción en la creación de conocimientos y libertades y de lo que defendían sus
directivos académicos. Hoy no resulta fácil conciliar una mirada común entre
los distintos sectores y actores universitarios y menos aún hacer coincidir las
explicaciones e informes respecto a lo que ocurre. Una de las razones es la
separación de los órganos de administración de la naturaleza de la academia y
consecuentemente la elección de metodologías para el análisis de datos que
distan de ser neutras, es similar la situación a la que ocurre con la
separación de los intereses del Estado y de la Nación.
Son las reglas del mercado las
que orientan, no siguen la naturaleza de los fenómenos de la ciencia si no el
interés por la gestión de resultados y de manera caótica crean dos mundos que
se cruzan, uno donde las carencias estructurales se mantienen vigentes y otro
en el que la realidad se nutre con datos que aprecian los equilibrios y
desprecian los conflictos que son parte sustantiva de cualquier ámbito del
conocimiento y las ideas. Parece haberse completado la mercantilización de las
actividades, servicios y contenidos del derecho a la educación, que inicio con
la multiplicación sin freno de la oferta de programas e instituciones, la
precarización del trabajo docente y la apertura oficial a la educación como
asunto rentable. Las universidades publicas compiten con menos garantías que
las privadas, son impulsadas a hacer negocios, producir excedentes y medirse
con indicadores de gestión privada, se ha abandonado el interés por los
procesos y sobrepuesto la medición de resultados para a través de ellos atraer
beneficios y compensaciones del mercado, aun a riesgo de autoderrotar sus
fortalezas. Algunas universidades aparecen ajenas a las transformaciones
sociales y políticas, reducidas a reproducir el sistema mercantil y adelantar
acríticamente las orientaciones globales prediseñadas por las instituciones
globales del capital como FMI, BM, OMC y ahora OCDE, todas ellas con alta
injerencia y representación de los financistas globales y sus empresas
trasnacionales, para las que no cuentan los contextos, las culturales, las
identidades, las soberanías, si no las riquezas materiales y sus garantías de
saqueo efectivo.
Es evidente que los
conceptos originales sobre los que pensaba y construía la universidad pública
permanecen desocupados de sus contenidos y se impone otro modo de pensarlas y
gestionarlas, que utiliza análisis ajustados a la concepción hegemónica de sus
gobernantes, apoyados en staff directivos, expertos y técnicos que copan los
espacios de debate público y confrontación intelectual y alientan tanto la
homogeneización como el alejamiento de la universidad de su condición política,
filosófica y social, propia del escenario plural de las artes y las ciencias,
del librepensamiento, del dialogo y de creación de conciencia social para la
configuración de una nacionalidad crítica y soberana como anunciaron las actas
de fundación de las primeras universidades.
Los responsables de la
gobernabilidad paulatinamente han abandonado el mandato recibido para afirmar
el ethos, la ética y la legitimidad que sostienen la raíz del concepto
universidad, algunas han caído incluso en autoritarismos y degenerado en
corrupción y centralización de las decisiones en pequeños cuerpos de poder político
con interés propio que reducen la democracia a mecánicas eleccionarias y
deshistorizan y desmemorizan el sentido patrimonial de lo público para
enajenarlo o modificarlo a su voluntad. La tendencia del mundo administrativo
parece ser a aferrarse al poder con una lógica de organización de
universidades-empresa, eficaces en indicadores de productividad y
competitividad, mientras en el mundo de la academia los procesos de las artes,
las ciencias y la humanización permanecen debilitados en sus capacidades para
generar impactos de transformación de la realidad, en la que se determina su
real estado y se confirma la acreditación de su calidad.
Los informes oficiales de
lo que ocurre en cada institución, tratan de reportar lo que metodológicamente
cabe en los ranking de competición global cuya metodología es de estudios
cuantitativos sobre la web académica. Las sumatorias de datos de la web
aparecen desprovistos de contexto y sentido práctico. Universidades como
Harvard, Tokio, Cambrigde, Melbourne o Córdoba Colombia resultan medidas por
igual a pesar de las inmensas desigualdades y diferencias no solo de los
volúmenes de capital invertido para mantener la vida intelectual y el ethos
universitario, sino también por las condiciones y garantías de las que disponen
para ampliar las fronteras de las ciencias y las artes y entregar servicios
asociados al derecho a la educación, siendo de imprescindible rigor mantener la
legitimidad en los modos de decidir y gobernar, entender y respetar a
estudiantes, profesores, intelectuales y funcionarios, abordar teorías y
valorar el profundo significado de la cultura, el campus y la estética.
Competitividad y Productividad impuestas como nuevas metas, son en verdad los
nuevos pilares que convierten el derecho a la educación en una libertad que
libera al estado de las responsabilidades políticas para garantizarlo e impiden
observar asuntos complejos como por ejemplo que la Paz de U.S.A., Japón, Gran
Bretaña o Australia que tienen las llamadas universidades de clase mundial no se
enfrentan a las carencias, problemas y necesidades de una población
mayoritariamente empobrecida con el telón de fondo de políticas sin política y
una guerra en la que ciencia, arte y el humanismo de alguna manera tienen
compromisos directos para transformar esta realidad.
*Esta es la primera de tres
entregas sobre este tema.
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