Carlos Gaviria Troconis,
proveniente de España, llegó a Medellín en 1674 al mismo tiempo de su
fundación, y ya figura como gobernador de Antioquia, en 1676 y 1679; haciéndose
dueño de un territorio que iba desde “La Mosca, cerca de Rionegro, hasta la
parte más alta de Granizal, en Copacabana”1,
sabido cómo es que también el pueblo de Sopetrán se reclama el apellido Gaviria
de esta misma descendencia como objeto de sus orígenes.
http://es.lapluma.net/index.php?option=com_content&view=article&id=4075:la-colonizacion-antioquena-del-norte-colombiano-el-fin-del-mito-paisa&catid=116:debates&Itemid=490
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Entre sus descendientes
encontramos a Isabel Gaviria Duque, esposa de Carlos Eugenio Restrepo Restrepo;
a César Gaviria Trujillo quien además de autor de los procesos conducentes al
TLC y los ajustes necesarios de la nueva constitución es también padre de Simón
Gaviria quien pretendió implementar la reciente reforma a la justicia; cuya
madre Ana Milena Muñoz Gómez, es descendiente de la familia Calderón que la emparientan
con el presidente Juan Manuel Santos y la familia Gómez de Antioquia. De esta
descendencia es también Pablo Escobar Gaviria, Luis Guillermo Gaviria Echeverri
(dueño de las tierras de Urabá que mayor conflicto social y desplazamiento han
ocasionado a los colombianos en los últimos años) e incluso a José Obdulio
Gaviria y su hermano Luis Mario Gaviria Vélez quien coordina el programa
presidencial de acción social en Urabá que registra a los desplazados. Pero a
esta familia pertenece aún Carlos Gaviria Díaz este ser, que pudo ganarse la
confianza de tantos incautos, ha fabricado en sus manos la constante división
del Polo Democrático y su eminente distancia con los movimientos sociales. En
su reciente expresión de que “el sujeto político que es el pueblo está por
construir”, se esconde el arribismo de estas castas negadoras de lo popular,
toda vez que es el predicado de sus posturas más definidas: la indisposición
por las negociaciones de paz y la satanización del movimiento Marcha
Patriótica. De esta estirpe provienen los “liberales de Rionegro”, un apellido
y color político de estos matices se le sale a cualquier descendiente en el
momento menos esperado.
Los territorios de Urabá en
manos de los Gaviria, en las mismas tierras y momentos en que confluyen
intereses estadounidenses a principios del siglo XX podría dejar en claro una
historia que ya se va destiñendo y como un lienzo viejo empieza a mostrar los
trazos que ocultaba. Podría acaso parecernos una coincidencia el hecho de que
Mariano Ospina Pérez se encuentre en Guatemala en los tiempos en que Minor
Keith, quien iba a fundar la United Fruit Company, se encuentra en Costa Rica y
que ambos estén interesados en fundar empresas agrarias unidas a ferrovías y
canales? Podría parecernos inocente que Mariano Ospina se hubiese hospedado en
albergues jesuitas en Guatemala y que regresara a Panamá justo en los momentos
en que se preparaba la arremetida oportuna de la separación de Panamá?
Proveniente de Viscaya y quien
se instaló en San Jerónimo a finales del siglo XVII, un tal Antonio Echavarría
Jauregui, de quien descienden personas bastante calladas y guapas para
conseguir platica y financiar el poder local, tanto el legal como el ilegal,
según se deja ver con Nicolás Echavarría Mesa, que “produce en Urabá y
comercializa en Europa 72 millones de dólares de banano. Sin problema cambia su
corbata por una sencilla camiseta para acompañar a Santos en manifestaciones
públicas. Él va por respaldos económicos, pero también por el calificado voto
de hombres que manejan corporaciones cuyos patrimonios se cuentan en billones
de pesos, que viven bien datiados, que les hablan al oído a los gobernantes y
que son protagonistas de la vida económica y social.”2 Pero
al mismo tiempo Nicolás Echavarría Mesa, hace parte del grupo de bananeros de
Urabá inculpados por el sostenimiento de grupos paramilitares. Jorge Alberto
Uribe Echavarría (ex ministro de defensa de Uribe, en tiempos en los cuales se
llevó a cabo la masacre de San José de Apartadó del año 2005, en un proceso en
el que han resultado condenados algunos paramilitares y se han visto implicados
treinta militares) y Nicolás Echavarría se han vinculado al apoyo directo tanto
a Uribe como a Santos, abandonando la tradicional actuación detrás del telón
que ha conservado la familia Echavarría, actitud con la que posan de estirpes
nobles y de personajes de bien caídos del cielo.
La colonización del occidente
colombiano tan afamada es hermana de sangre del proceso colonizador hacia el
norte de Antioquia, una historia vergonzosa y sangrienta en la que Gaviria,
Echavarría, Posada, Tobón, Ospina son algunas de las familias más descollantes
de la industria medellinense que colonizaban y desmembraban el departamento de
Bolívar y el Urabá a fuerza de establecer haciendas ganaderas y agrícolas.
Desde 1912, a dos años de fundada la Sociedad Ganadera Berástegui, se conforma
la Sociedad Agrícola del Sinú, que adquiere la Hacienda Marta Magdalena (hoy
conformada por las fincas: EL UBÉRRIMO de Uribe Vélez, Doble Cero de Doble
Cero, Cedro Cocido de Fidel Castaño y Campamento de Salvatore Mancuso); ambos
proyectos antioqueños que para entonces se extienden hacia el norte, en límites
entre Antioquia y Bolívar. El período siguiente coincidirá con la presencia de
empresas estadounidenses, que van a enfrentar las organizaciones sindicales
nacientes del agro. Es este el escenario en el que aparece la United Fruit
Compañy que luego será la Chiquita Brands a la que nos acostumbramos a ver como
llegada de fuera, sin vínculo directo con los empresarios nacionales.
Ospinas y Echavarrías se
abanderan del auge ganadero en Colombia, según las propias palabras de
Guillermo Echavarría Misas (hijo de Alejandro Echavarría, hermano de Diego
Echavarría Misas y dueño de la hacienda Mundo Nuevo, una familia que se ha
pretendido filantrópica y forjadora de la industria antioqueña), y que
conocemos a través del valioso texto La Instauración de la Ganadería en
el Valle del Sinú, de Gloria Isabel Ocampo. “fue por la ida nuestra
de los antioqueños allá, los Ospina y los Echavarría, fuimos los que animamos a
la gente de aquí, eso se llenó de antioqueños después” Y al parecer,
de acuerdo con la misma autora, los Restrepo, Posada y Tobón, Escobar, Vásquez,
Correa y Moreno, con sus casas comerciales, fueron socios de la Hacienda Marta Magdalena. En
1948 se inicia la creación y en 1952 se concluye la fundación el departamento
de Córdoba en tierras en las que Gumercindo Montoya (el suegro de Heriberto
Echavarría) y Nicolás Echavarría ya extendían sus dominios terratenientes. El
proceso de consolidación y expansión de estos hacendados ganaderos, va a
coincidir con el Frente Nacional. Se suma a los eventos álgidos de 1948, con el
asesinato de Gaitán, la reunión de la ONU en Bogotá, el surgimiento de RCN, la
fundación de campeonatos nacionales de fútbol, el nacimiento del departamento
de Córdoba, arrancado “de buena fe” de las tierras que otrora fueran del
departamento de Bolívar, así como en 1966 otros territorios conformarán el
departamento de Sucre. Robados a Bolívar estos territorios de Córdoba y Sucre,
parecen plantearnos un extraño ajedrez en donde las piezas de los antioqueños
parecen burlarse de lo poco que de (Simón) Bolívar iban a dejar en Colombia. El
triunfo de José María Córdova en Cartagena en 1821 parecía una premonición de
lo que anhelaban concluir los colonizadores antioqueños y que hemos ido
observando en los últimos años: el dominio absoluto del Caribe colombiano. No
obstante Antonio José de Sucre nos recuerde al emblemático Mariscal de
Ayacucho, el sucesor que Bolívar hubiese querido en su lugar; también este
nombre nos recuerda al presbítero Antonio José de Sucre Alcalá, su sobrino, el
sectario ideólogo conservador que se enfrentó a los liberales radicales de 1863
y que fuera un héroe para los conservadores. El mismo que compartiera la cárcel
cartagenera con Mariano Ospina Rodríguez en 1862. Con estas indagaciones
tendríamos claro como los nombres de los departamentos de Córdoba y Sucre,
arrebatados a tierras del departamento de Bolívar, tienen en si una clara
motivación de los conservadores antioqueños y conllevan en si una provocación y
una confesión de oposición al proyecto independentista bolivariano.
No podemos dejar de recordar
que a partir de 1995, ganaderos, bananeros y madereros han sostenido a los
paramilitares que desde entonces han llevado diferentes nombres y se han
tornado en marcas registradas que han hecho concesión del territorio nacional.
Guillermo Gaviria Echeverri ha estado vinculado directamente en uno y otro
negocio. No obstante la familia Gaviria se ve involucrada en diferentes facetas
del proceso de erradicación de la pequeña propiedad rural y la extensión del
latifundio, en lo que van siendo acompañadas por sus antiguos compañeros
“civilizadores” de la colonización antioqueña. Es oportuno recordar que esta
colonización requirió también en el pasado del latifundio, para lo cual recibieron
apoyos directos de gobernantes. Mon y Velarde y Francisco Baraya, entre otros,
fueron grandes respaldos para que los “empresarios” de la colonización
antioqueña instalaran un proceso de ocupación de la tierra que luego fue
disfrazado de democrático al establecer parcelaciones agrícolas que tenían por
objeto el apoyo alimentario permanente al proceso de explotación minera. Un
creativo proyecto empresarial que iba a permitir la salida de la economía
minera tradicional que al dedicarse exclusivamente a la explotación de
minerales dejaba de lado la economía agrícola y moría de hambre; haciendo de
los intentos empresariales fracasos económicos constantes y auspiciaba el
nomadismo.
Los empresarios “compradores de
tierras de buena fé” de hoy, en las zonas que han vivido serios conflictos
sociales, trasplantados por hábiles comerciantes antioqueños del asesinato, son
también las tradicionales familias colonizadoras antioqueñas. Pero también son
estas familias las que hoy se abanderan de la creación de organizaciones
sociales y de los inventarios de desplazados, a más del reconocimiento de la
existencia de los fenómenos de desplazamiento. Más sorprendente resulta que
Luis Mario Gaviria Vélez, quien estuvo detenido en Estados Unidos en compañía
de su hermano Jorge Fernando Gaviria (ambos hermanos de José Obdulio), por
presunta participación en el tráfico de drogas en el año 1983; se hubiesen
desempeñado ambos en cargos destacados en el proceso de paz y reparación
durante el gobierno de su familiar Uribe Vélez, así como en el gobierno de
Santos. Nos sorprende especialmente ya que durante las discusiones de la Ley
107 de 2010 sobre reparación integral de las víctimas y restitución de tierras,
los ataques más enconados vinieron de la extrema derecha representada por tres personajes
fundamentales a saber: Luis Fernando Londoño Hoyos, Andrés Felipe Arias y José
Obdulio Gaviria Vélez, quienes desde entonces argüían que los “propietarios y
poseedores de tierras de buena fe” no estaban obligados a devolver las tierras,
anunciando que las defenderían aún a precio de una guerra civil, según lo
advertía el abogado Luis Carlos Domínguez Prada, miembro del Comité Permanente
para la Defensa de los Derechos Humanos. Es de anotar que siendo Ministro de
Agricultura, Andrés Felipe Arias y el mismo presidente Uribe quisieron mostrar
a los indígenas del Cauca como grandes latifundistas al afirmar que del total
de la población caucana los 320 mil indígenas no eran más que el 26% de la
población, siendo dueños del 30% de las tierras.
Ahora que los vientos de paz
soplan con algarabía en Colombia, es importante que tengamos claro que el
gobierno tiene poco que ofrecer en una mesa de negociación con las FARC, si a
los asuntos de tierras se refiere. Es importante estar atentos a esos actores
que en calidad de dirigentes de organizaciones sociales pretenden abogar por
los derechos de los desplazados, porque los mismos beneficiarios del
desplazamiento han sido los que organizan las pantomimas de inventariar a las
víctimas, y de paso son también los mismos dueños de aparatos militares que
administran el país por encima de las fuerzas armadas legítimas ocasionando
gran burla y desprestigio del ejército nacional. Al fin empezamos a ver
desteñirse el trapito con el que se ondeaba la bandera de una colonización
gloriosa de los emprendedores paisas, para entender que estos han llevado a
donde fueren un país hecho a “golpes de hacha”.
Notas
Marta Lucía Fernández Espinosa especial
para La Pluma, 9 de septiembre de 2012
*Marta Lucía Fernández Espinosa:Licenciada en
Historia y Filosofia, Universidad Autonoma Latinoamericana, Medellin ;
especialista en Planeamiento Educativo, Universidad Catolica de Manizales.
Colombia. Corresponsal de La Pluma
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