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Rafael Sáenz 1910-1998

























   Rafael Sáenz. 1910-1998. Pintor y acuarelista, “pertenece al realismo social”. Estudió en el Instituto de Bellas Artes con Humberto Chaves y el artista alemán Kurt Lahs. En 1933 dejó sus clases en el Instituto para seguir aprendiendo por su cuenta y pintando al lado del maestro Pedro Nel Gómez.
   En el año de 1945 estudió pintura y dibujo en Cambrook y luego en el Instituto de Arte de Chicago, donde se acercó a la tradición de los acuarelistas norteamericanos. 2 años después viajó a México donde estudió en la Escuela Libre de Pintura de la capital y se relacionó con la pintura mural.
   En 1947 regresó a Colombia y se vinculó a la docencia en varias academias como el Instituto de Bellas Artes y el de Artes Plásticas. Una de sus obras más destacadas en la decoración de la Capilla del Cementerio de San Pedro que está compuesta por los vitrales, el tríptico del altar y los diseños de los relieves de las puertas.
   Rafael Sáenz es considerado uno de los más importantes acuarelistas del país. La mayor parte de sus obras están en el Museo de Zea y en algunas colecciones privadas del país y el exterior
   El pintor Rafael Sáenz, durante la década de los 50, en pinturas como Éxodo y Marcha Fúnebre, ya evidenciaba la realidad de los desplazados y de los asesinatos que diariamente sufría el país, y de las matanzas colectivas perpetradas por los que aplicaban la justicia según sus propios intereses.
  Fernando Botero, conoce al pintor Rafael Sáenz quien, por medio de reproducciones, lo introduce en la obra de Giotto. Botero recibe de Sáenz valiosas orientaciones para el desarrollo de su actividad pictórica.
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   Juliana Vélez Gómez. El artista Rafael Sáenz donó parte de sus obras a la Casa de la Convención de Rionegro, que perteneció a sus abuelos paternos. Debido a la falta de recursos para preservar las obras, estas regresaron a las manos de Sáenz
   Rafael Sáenz: profesar la pintura” es el título que lleva la reciente publicación de Luz Análida Aguirre, docente en las facultades de Artes y de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia. El texto, publicado en abril, es el producto de una investigación sobre la vida y obra del artista antioqueño, en el que logra recoger, entre otros aspectos, no solo el aporte a la enseñanza de las artes en Antioquia sino también  su  influencia en una transición de las expresiones artísticas en el ámbito local. Puede decirse que es la primera vez, que desde el punto de vista investigativo y académico, se aborda el tema de este pintor, pues, aparte  de publicaciones anteriores que se aproximan  más a un catálogo de obras; o artículos que se escribieron hace tiempo en periódicos locales, no se había profundizado tanto su vida, como hasta ahora lo hizo el texto de Aguirre, que utilizó, por supuesto, documentos históricos y notas escritas por el mismo Sáenz. 
   Según la docente, además de escudriñar en su vida, el título habla de dos pasiones muy fuertes que marcaron al artista. Uno de ellos, la pintura: “para él era, el ‘don del destino’, y lo asumía además como una postura religiosa, en el sentido que se consagró al ejercicio de la pintura. Y el otro, profesar, entendido como su capacidad para formar a otras personas en este ejercicio” explicó. 
   El interés por Sáenz. “El pintor de Antioquia”, “El pintor de la estética de la región”, “El pintor de lo sagrado y lo profano” o, incluso, “El pintor del alma de Antioquia” fueron algunos títulos que Luz Análida encontró durante su rastreo de fuentes para construir su texto. Esto la llevó a preguntarse “cómo es posible que alguien a quien podemos rotular de esa manera, esté por allá como un poco arrinconado”, contó ella. 
   Pero esta fue una entre varias razones que detonaron su interés. Los otros motivos por los cuales ella se interesó parecen haber sido puestos en su vida por obra del destino, así como fue puesta la pintura en el camino de Sáenz, en su momento.
   En 1998, ella tomó el cargo de docente de educación artística en un colegio de la ciudad. Una de sus estudiantes resultó ser la nieta de Rafael, quien durante una clase, en la que Luz Análida les había dejado como tarea investigar sobre un artista local, mostró un dibujo no concluido de su abuelo, que había muerto recientemente. 
   Eso, según cuenta Aguirre, fue un gran impacto. Más tarde, cuando cursaba su maestría en la Universidad de Antioquia, se topó en circunstancias académicas con Marco Aurelio Sáenz, hijo del pintor, quien estaba en su pregrado. En una de sus clases, la profesora menciona nuevamente el nombre del artista y es en ese momento que piensa que su trabajo de grado para la maestría debe ser sobre Rafael Sáenz. 
   Una de las mejores cosas que arrojó la investigación y la publicación de este libro fue “descubrir cómo él, silenciosamente había hecho tantas cosas en su época y que eso estaba ahí, sin documentar” explicó. 
   El texto, dividido en tres capítulos, muestra, en la primera parte, una semblanza general del artista; el segundo capítulo está centrado en su actividad como profesor y su camino hasta lograr que en la ciudad se instaurara una escuela de artes plásticas y  la parte final está dedicada a la producción de su obra.  
   De esta manera, se hace un recuento que va desde los inicios de Sáenz en la pintura, su formación en el Instituto de Bellas Artes y su participación fundamental en lo que se conoció como el “Manifiesto de Artistas Independientes de Colombia a los artistas de las Américas”, por medio del cual expresaron su deseo de un arte propio y autónomo. Este evento, se presenta en el texto de Aguirre desde una perspectiva diferente y aporta un nuevo horizonte de comprensión. Otros hechos que abarca Luz Análida, es el significado del Instituto de Bellas Artes como punto de partida para la  enseñanza de las artes en la ciudad. La Escuela de Dibujo, Pintura y Escultura que era parte del Instituto, estuvo cerrada durante cinco años y fue Sáenz quien por medio de una movilización denominada Manifestación de Pintura al aire libre, logró su reapertura. Esta manifestación fue el medio que utilizó el artista para ser escuchado y poder finalmente acceder a un lugar donde se pudiera impartir la formación en artes. Todo esto desencadenaría la posterior creación de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, pero también, que artistas importantes como Aníbal Gil o Fernando Botero hubiesen recibido las enseñanzas de Sáenz. 
   El texto, por supuesto, aborda sus temáticas, obras y técnicas y se acerca a cada una de ellas para valorarlas como maneras de expresión mediante las cuales puede aún leerse una tradición antioqueña.  
   La historia. Rafael Sáenz nace en Medellín en 1910, siendo el menor entre 11 hermanos. Su familia, que se trasladó desde Rionegro, Antioquia, ya mantenía una tradición cultural, inclinados por la música y las artes. Por supuesto, la familia, interesada en que sus hijos recibieran tal formación, llegaron a la ciudad donde en esa época el único lugar que ofrecía esa enseñanza era el Instituto de Bellas Artes. El gusto por la pintura y  el dibujo que desarrolló Rafael, fue producto de sus padres, porque la madre siempre pedía papel y lápiz a los hermanos mayores de Rafael, para buscarle una entretención. 
   Cuando cursaba tercer año de bachillerato, Rafael abandonó la educación formal e ingresó a Bellas Artes. Cabe anotar, que para esta época, las artes no eran enseñadas como actividad profesional, tal y como las conocemos actualmente. 
   Se formó con los maestros Humberto Chávez y Kurt Lash, un antioqueño y un alemán, respectivamente. De ambos recogió las enseñanzas de aprender a pintar su contexto. 
   Géneros, temas y técnicas. En su obra se reconocen los géneros pictóricos trabajados desde esa herencia europea como el retrato, el autorretrato, el desnudo, la naturaleza muerta, el bodegón, la composición con figuras. Se preocupó por el paisaje de su contexto, tanto el urbano como el natural. 
   Abordó temas como la política, las figuras mitológicas, la violencia, aludió a lo femenino, no solo como admiración sino como esa fuerza creadora y fertilizadora de la tierra. Se interesó por  asuntos sociales y el aspecto religioso. El tratamiento fue con una postura crítica pero además se insertó en  su propio contexto. 
   Sus escenas las construyó a partir de lo que veía y las personas que observaba en su entorno: Los campesinos, las zonas de los pueblos, etc.
   Luz Análida valora por su parte una característica de la manera en que el artista abordaba la cuestión de la violencia: el silencio, que “es fundamental en su obra, y es un silencio tan profundo que cuando uno enfrenta su obra es muy avasallador. En su obrar fue capaz de dejar piezas de una contundencia tal que efectivamente permiten en nuestro tiempo leernos a pesar de que su producción procede de un tiempo pasado. Sus obras superan esa condición de mero documento histórico”.
   Rafael se reconoce principalmente por haber trabajado la pintura al óleo y la acuarela. Pero además su obra está compuesta por dibujos que realizó con maestría. Por otra parte, comprendió que la pintura mural era una manera potente para educar al pueblo y reflexionar sobre la realidad. Por eso, muchas de sus obras en acuarela fueron concebidas para una pintura al fresco. 
   Aunque muchos podrían tildar su obra como provinciana, no debería tomarse necesariamente en un sentido peyorativo, pues su obra refleja lo que es una región.
   Entre 1944 y 1945, Rafael fue profesor en el Instituto de Bellas Artes. Pero a finales de ese año y bajo la dirección de Pedro Nel Gómez, debido a diferencias entre la Escuela de Dibujo, Pintura y Escultura y la Escuela de Música, la primera se cerró. Rafael Sáenz había viajado a Estados Unidos por invitación de dos de sus hermanos, quienes residían allí. Durante su estancia, visitó algunas academias de las cuales tomó referentes. Volvió a Colombia con la idea de que era necesaria la formación en el ámbito artístico. Pero al regresar, en el año 1947 se encuentra con que la única escuela que realizaba esta labor estaba cerrada, por lo cual decide fijarse el propósito de reabrirla. Así que, él, con la ayuda de una donación de caballetes y la beca a uno de sus estudiantes por parte de la Sociedad de Mejoras Públicas, crea una escuela en la que acoge a esas personas que habían quedado por fuera de Bellas Artes. 
   Durante mucho tiempo insistió para que abrieran nuevamente la Escuela en el Instituto. Pero al no recibir ninguna respuesta por parte de las entidades encargadas, en el año 48, lidera con sus estudiantes una manifestación en la Plaza de las Américas, (conocida hoy como la Plaza Botero), al frente de lo que era el Palacio de la Gobernación e instalan caballetes. Se conoce como la Manifestación de Pintura al aire libre, con la cual exigieron un lugar para la escuela de artes. Por un tiempo, estuvieron en el Museo de Antioquia (donde se conoció con quien sería su esposa, Amparo Arango de la Cuesta), que estaba ubicado en lo que hoy se conoce como la Casa del Encuentro.
   Ese año, mientras el país vivía azotes de violencia, Sáenz manifestaba la necesidad de instaurar un lugar oficial donde hubiera espacio para el arte. 
   Luego, la escuela de Sáenz se mueve a una de las casas que pertenecían a la Universidad de Antioquia y hacia 1950, establece un contrato con José Ramírez Johns, de la Sociedad de Mejoras Públicas, y la Escuela de Dibujo, Pintura y Escultura del Instituto de Bellas Artes se reactiva nuevamente. Nombran a Rafael como director hasta 1956. 
   Para la década del 50, se venían gestando cambios importantes en la enseñanza de las artes. Se crearon la Casa de la Cultura de Medellín y la Galería de Arte Nacional, de la que Sáenz fue uno de sus fundadores y donde existía la intención de ser un lugar de proyección y formación.
   Hacia 1957 se creó el Instituto de Artes Plásticas y Aplicadas Francisco Antonio Cano, por lo que la Escuela que Sáenz creó en el año 47 fue quedando diluida en este Instituto. 
   Hasta el año 64, el artista lo dirigió. Luego de una discusión sobre quién debía asumir la enseñanza de las artes, se tomó la determinación de que el Instituto debía anexarse a la Universidad de Antioquia, pero no como facultad aún. Esto no ocurriría sino hasta los años 80 cuando ya él no era el director. Pero es a él a quien se le debe el prospecto de enseñar las artes como una actividad profesional, y que fuera el Estado quien asumiera esa enseñanza. Luz Análida argumentó que a pesar de haber pertenecido durante tanto tiempo a estas instituciones y después de haber logrado cosas importantes a nivel de la formación de artistas, no recibió la jubilación por parte del Estado y el reconocimiento a su labor no fue inmediato. 
   Manifiesto de los Artistas Independientes. En el año 43, aproximadamente, diez artistas antioqueños entre los que se encontraba Rafael, decidieron de manera conjunta no participar en el Salón Nacional de Artistas de ese año, porque no estaban de acuerdo con las políticas del evento. El Salón de entonces fracasó debido a la poca participación de artistas. Durante ese año en Medellín ya se organizaba la Exposición Nacional que aglomeraba la muestra de varios sectores como el agropecuario, el textil, y por supuesto, el sector artístico como forma de exhibir lo que se hacía en esos ámbitos en el país. Particularmente, en la exposición artística confluyeron personas de otras localidades de Colombia. Esto, fue una manera también de expresar que el país era diverso y que era importante reconocer las diferentes expresiones que se llevaban a cabo en otras zonas, no solo en Bogotá. Así pues, en la clausura de la Exposición Nacional de Medellín, los artistas antioqueños entregaron el catálogo con las obras que se habían presentado y el Manifiesto de Artistas independientes con sus trece postulados (ver recuadro) Con este proponían entre otros asuntos, la búsqueda de un arte propio americano, la defensa de la actividad artística como manera fundamental de expresión del pueblo y también el deber del Estado para apoyarlo.
   Un artista de transición. Es con Sáenz con quien muchos artistas antioqueños se formaron y obtuvieron de él, maneras de expresión que representan en el arte antioqueño un importante periodo de transición. Artistas como Aníbal Gil, Rodrigo Callejas, Roxana Mejía, Lola Vélez, Carlos Martínez, Argemiro Gómez, Olga Yépez, Francisco Arrubla, Camilo Isaza, Augusto Rendón y Fernando Botero recibieron sus enseñanzas. 
   Se considera un artista de transición pues con él se cierra un periodo de carácter más tradicional en las formas pictóricas, y con Aníbal Gil y Fernando Botero por ejemplo, discípulos directos, se inicia una nueva forma de producción visual. 
   Luz Análida, en su texto, se refiere a un hecho que en 1958, en el II Salón Regional de Artistas, representa parte de esa transición:
   “Los jurados del evento aclararon a los medios que la selección había sido complicada debido al período de transición que vivía el arte nacional colmado de nuevas formas expresivas que perfilaban una concepción estética diferente de los cánones tradicionales. Esa transición se evidenciaba en las propuestas presentadas por los artistas participantes así como en obras de quienes habían resultado ganadores. El jurado estaba conformado por el español Juan de Garganta, Ariel Escobar y Jesús Alberto Misas. Para el jurado, el artista Gil representaba el punto de transición hacia las nuevas formas de la expresión plástica, y Rafael, el cierre de un período tradicional en la pintura local”. Rafael gana el segundo premio con la obra Barequera melancólica, mientras Gil se llevó el primer premio. 
    Conclusión. Para Luz Análida es necesario revisar y estudiar sobre la producción artística local, pues es a partir de ella, con la que se puede entender el sentido de  nuestra realidad. El texto sobre Sáenz “de alguna manera procura, o abre una puerta para una discusión en el arte local y nacional. Nuestra tarea es mirarnos, y en ese sentido, ver qué ha quedado de todo eso que se ha hecho y que se va haciendo, para justamente pensar cómo se va fortaleciendo una cultura o una comunidad”. 
   Exposición Nacional. Luz Análida Aguirre explicó que para la época, este tipo de exposiciones era realizada en grandes ciudades como Nueva York, Madrid o París. Y en su texto Rafael Sáenz: profesar la pintura, escribe: “A mediados de 1943, el gobernador de Antioquia, Pedro Claver Aguirre, trabajaba en la organización de una Exposición Nacional  Industrial, con el objetivo de agrupar todas las regiones del país en la ciudad de Medellín, para dar a conocer todos los productos generados en la misma. El evento tenía como propósito fortalecer el movimiento económico de la nación, mostrando los desarrollos alcanzados mediante la agricultura, la ganadería, la industria textil y la minería en cada una de las regiones”.  
   Era importante que las artes hicieran presencia en dicha exposición y por eso agrega: “Pero este proyecto no solo debía incluir los procesos de industrialización sino también contener las actividades artísticas y culturales más representativas del país. Se pretendía que fuera una exposición capaz de unir las fuentes de engrandecimiento material y espiritual del pueblo colombiano”.

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