Esto son la Mujeres BELLAS
Canciller de que Nación?
Los cines del género xxx han perdido su poderío de antaño. Royal Centro es el único teatro de la ciudad que todavía continúa con el legado del Cine Rex.
Por José Luis Rodríguez
Canciller de que Nación?
Los cines del género xxx han perdido su poderío de antaño. Royal Centro es el único teatro de la ciudad que todavía continúa con el legado del Cine Rex.
Crónica en el último cine porno de Barranquilla
Pago los $ 4 mil de la función y atravieso el torniquete de metal. Es un
poco más de las cinco. Ya empezó la película. La luz tenue de las lámparas
envuelve el interior del pasillo hasta llegar a las escaleras de la sala. En
eso, el movimiento de un par de nalgas voluminosas se apodera de la gran
pantalla mientras la protagonista gime. Es la primera vez que visito una sala
de cine porno. Estoy en el Teatro Royal Centro, el último cine triple X de
Barranquilla.
Con la inauguración del nuevo Centro Comercial Rex para la primera
semana de noviembre, el público ávido de porno pasará formalmente a
las proyecciones del Royal Centro, sobre la calle 37 con 44, barrio Centro.
Surgió en 1976 por la empresa Royal Films, pero es sala ‘XXX’ desde 1980. A
este lugar acuden “personas de todo tipo” según lo dicho por el portero hace
unos segundos. En las escaleras de la sala hay dos tipos viendo el coito. Les
copio porque no me decido a sentarme aún. Intento ver las sillas del centro
pero mis ojos aún no se adaptan a la oscuridad. El Royal cuenta con 450
asientos a diferencia de los 700 que tenía el Rex. Proyecta dos películas de
forma rotativa entre las 11:30 de la mañana y las 7:30 de la noche. Uno puede
encontrar títulos curiosos como 'Sexperiment', '069 Licencia para Follar' o
'Young Guns' (jóvenes pistolas).
Decido sentarme en la primera fila de las sillas de la derecha, están a
una distancia considerable de la pantalla (6 metros) a diferencia de las salas
de cine tradicional. Seguramente estos sillones tienen residuos de líquidos y
marcas de pasiones desbordadas, pero intento concentrarme en la trama del
filme, como si en verdad fuera una película con una estructura argumental
básica. Pero ¿cuál trama? es porno. Hace unos minutos, antes de entrar, vi en
cartelera las películas en emisión y una de ellas es 'Tiger’s Got Wood', algo
así como La madera del tigre. Una parodia porno sobre los enredos sexuales del
golfista norteamericano pero en cambio, lo que observo es la cópula sexual sin
diálogos ni una simple caracterización de los personajes.
El Royal ha sobrevivido a los
estaderos, a la piratería, las críticas pero sobre todo, a Internet. Con el
crecimiento de las redes sociales pornográficas, con más de 25 millones de páginas
web que le rinden culto a la pornografía. Hoy cualquier persona, sin importar
la edad, está a solo un click de ver un video porno en la red de forma
gratuita. Entonces, ¿por qué ha perdurado durante más de 30 años este teatro?
Gracias a su fiel público. La mayoría proveniente del Centro como obreros,
abogados, comerciantes, prostitutas, parejas hetero y homo. Pero no cualquiera
se siente cómodo en una sala a oscuras viendo mientras otros tipos se masturban
y otros pocos caminan mirando con quien pueden tener sexo.
La sala huele a cigarrillo
mezclado con desinfectante de pino y pescado, por momentos. Mientras Laura,
la protagonista de Puerto Ordaz, de cabello negro y cuerpo voluminoso, hace la
posición de la cortesana, observo disimuladamente mi bizarro alrededor. Entre
las sombras uno que otro se pierde en los pantalones de su vecino y otros
parecen brincar en su asiento pero están en plena juerga individual. Algunos
gays entran y salen de la sala buscando algún pretendiente. En su mayoría son
señores entre 40 y 45 años. Algunos disimulan otros no. Hay pocas mujeres,
jóvenes y ningún ruido de crispetas o papas. En la fila de atrás una pareja
planea como poner en práctica lo que hace Laura. En realidad no sé si son
pareja o son solo negocios. Cada quien hace su propia película.
En eso, un tipo del grupo que se
pasea, se sienta a una silla de donde estoy y me observa. Intento hacer que
no es conmigo pero a los pocos segundos comienza el “psss psss”. Fastidiado,
pienso en el primer posible error que había cometido: venir solo. El segundo
fue colocarme en un lugar tan visible para los “cazadores de clientes”. El
sujeto, a quien ni siquiera le veo el rostro, insiste con su llamado agregando
“oye papi”. Le contesto con molestia “loco no molestes, quiero ver la
película”. El tipo o tipa se queda callado por unos segundos y desiste. Se
levanta y se va para las sillas de atrás. Si bien me había librado del sujeto
sin mayor problemas, ahora estoy más precavido por si uno de estos individuos
tiene un arma blanca y decide ir por las malas.
Intento relajarme nuevamente. El libreto es
siempre el mismo: “mételo, oh yeah, oh fuck, que rico, dame más o gimme more ”.
Las risas y gemidos de la sala han cesado de momento, pues acaba de empezar
otra “historia”. Los protagonistas, un gringo y otra pelinegra, ya están en la
cama manoseándose. Ni siquiera mostraron como el tipo la llevó a su
apartamento. ¿Para qué?, es porno.
Me dirijo al baño. Cuando me levanto
observo un gran número de personas. Este teatro recibe diariamente en promedio
unas 250. Una de las aseadoras reafirma eso de que viene “toda clase de gente”
al teatro, como policías, desocupados, abogados, escritores, y periodistas,
claro está, no en plan de reportería. Llego al baño y el olor a orín es fuerte.
Hay agua en el suelo y todo se ve desaseado. Unas rejillas que resguardan al
inodoro están oxidadas y no creo que haya papel. Me deshago de la gaseosa que
tomé antes de venir y compro otra en la cafetería por $1500.
Voy a la otra sala del teatro que
está en la parte baja. Huele a vainilla, es más pequeña y está llena. Me quedo de pie y miro
el filme. Dos hombres llegan a una pensión donde solo viven 15 mujeres estilo
playboy. Todas coquetean con ellos y se tocan mientras los ven. Esa misma noche
una de las susodichas entra a uno de los cuartos y comienza la faena. Bravo, ha
sido la historia que más diálogos ha tenido pero otra vez al grano. Sin
erotismo, sexo duro, primeros planos y orgasmos sobre actuados. La mayoría en
la sala son nuevamente señores de 40 y 50 años. La oscuridad no me permite
detallar sus caras.
El reloj marca las 7. Poco a poco se
levantan las sombras y vuelven los rostros al pasillo. Algunos serios, otros
sonrientes y otros con gorras. La función terminó para ellos. Realmente las
películas no fueron las inverosímiles historias proyectadas, sino las
experiencias en las sillas y la oscuridad. A la salida de la sala, una
cartelera tiene un mensaje que informa; "si usted observa alguna anomalía
por favor reportarla a la administración" para hacerse acreedor de una
entrada gratis. Lo curioso es que nadie reporta nada y vuelven a la
cotidianidad de sus vidas.
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